Tiene su entorno propio en el ámbito del Mediterráneo oriental; es árbol que da dos cosechas al año (higos de primavera e higos de verano). En los países de Europa central sólo se conocen los higos secos. Quien quiera comerlos frescos tiene que viajar a Oriente o, por ejemplo, a España, donde los moros aclimataron la higuera. El higo fresco tiene un sabor algo flojo y dulce, al que pronto nos habituamos. Como los higos maduran casi a lo largo de todo el verano (desde mayo a octubre), en sus países de origen constituyen un alimento habitual y cotidiano, principalmente para la población campesina. Así también los exploradores de Canaán (Núm 13:23) pudieron demostrar con los higos las buenas condiciones alimentarias del país. Y cuando “cada uno se sentaba a la sombra de su parra y de su higuera” (1Re 5:5), es que había paz y bienestar para todos.
El higo es alimenticio y tiene muchos usos tanto fresco como seco. El “pan de higo” está formado por higos frescos, que se amasan formando una torta que después se deja secar al aire. Apósitos de pan de higo se utilizaban (y siguen utilizándose todavía hoy en el Oriente) como emplastos para las llagas. Con el líquido de los higos secos se hacía una cerveza de higos.
Higo se dice pag en hebreo, y el nombre se ha conservado en el topónimo del conocido lugar del monte de los olivos llamado Betfagé (arameo betpagge), que significa “casa(s) de los higos.”
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